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Por qué los infectados de coronavirus deben vacunarse los últimos y solo con una dosis

Dos estudios preliminares apoyan que se cambien los criterios de inmunización para hacer frente a la escasez de inyecciones

Nuño Domínguez
Una sanitaria vacuna con la segunda dosis a una monja en la residencia San José, de Orense.
Una sanitaria vacuna con la segunda dosis a una monja en la residencia San José, de Orense.Brais Lorenzo (EFE)

La investigación biomédica aporta esta semana más buenas noticias sobre la efectividad de las vacunas y la mejor forma de administrarlas ante la acuciante escasez de inyecciones que sufren España y el resto de países europeos.

Dos estudios han demostrado que las personas que ya se han infectado por coronavirus solo necesitarían una dosis de vacuna de ARN para estar inmunizados. Estas personas registran niveles de anticuerpos —las proteínas inmunes capaces de neutralizar al virus— que son superiores a los de la gente que nunca se contagió, pero recibió las dos dosis preceptivas.

Los dos trabajos —aún preliminares— se han realizado en EE UU. El primero se centra en la inmunidad de trabajadores de hospitales, unos con una infección por SARS-CoV-2 confirmada y otros sin ella. Tras la primera dosis de una vacuna de ARN de Moderna o BioNTech/Pfizer los primeros desarrollaron niveles de anticuerpos bastante más altos que sus compañeros que recibieron las dos inyecciones.

El segundo trabajo, dirigido por el virólogo Florian Kramer, de la Escuela de Medicina del Hospital Monte Sinaí en Nueva York, ha estudiado a 109 personas con y sin infección previa confirmada. Tras una primera dosis, los que ya se contagiaron generaron entre 10 y 20 veces más anticuerpos neutralizantes del coronavirus. Incluso después de que el otro grupo recibiese la segunda dosis, los niveles de anticuerpos de los ya infectados seguían siendo 10 veces más altos.

La primera dosis actúa como si fuera la segunda de recuerdo para los que ya pasaron la infección

Los científicos argumentan que para la gente que ya se ha contagiado la primera dosis de vacuna actúa en realidad como una segunda dosis de recuerdo. Su sistema inmune ya entrenado contra el coronavirus recuerda el patógeno y monta una respuesta más potente que la de los vacunados que nunca se contagiaron. Ambos estudios señalan que a la luz de estos datos habría que modificar los protocolos de vacunación de forma que la gente que ya se haya contagiado sea vacunada al final y reciban una sola dosis. Esto liberaría muchas dosis preciosas en un contexto de escasez generalizado de vacunas.

Ambos trabajos han llegado a una segunda conclusión: los efectos secundarios de la vacuna son más intensos y frecuentes en la gente que ya se contagió. En cualquier caso estas reacciones son leves y no requieren tratamiento médico: fiebre, dolor en el brazo, malestar…

Estas noticias se suman a otras muy positivas sobre la tercera vacuna aprobada en Europa: la de Oxford. Un estudio de esta universidad y de la empresa AstraZeneca que ha colaborado en su desarrollo muestra que esta vacuna reduce en unos dos tercios la transmisión del virus. Varios países europeos están considerando reservar esta vacuna para los menores de 65 años debido a que no hay datos completos sobre su efectividad en los mayores. Estos datos también pueden influir en el diseño de las nuevas fases de vacunación.

“Estos estudios apuntan lo que ya imaginábamos, que la capacidad de inmunización de la infección es suficiente, de forma que incluso no habría que vacunar a estas personas”, explica Marcos López, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI). “Estamos todos mirando la respuesta vacunal entre la primera y la segunda dosis. Estudiamos tanto el nivel de anticuerpos como el de células del sistema inmune. Y ya estamos viendo que entre dosis hay buenos niveles de anticuerpos con una protección de en torno al 50%. También linfocitos T [capaces de matar a las células infectadas] dirigidos específicamente a la proteína de la espícula”, explica López, jefe de inmunología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander.

En un principio, la estrategia de vacunación en España contemplaba vacunar a infectados y no infectados del primer grupo —mayores de residencias y sanitarios— por igual. Posteriormente, explica López, debido a la escasez de vacunas, se ha decidido vacunar a los sanitarios ya infectados los últimos, tres meses después de la fecha en la que fueron diagnosticados. Los nuevos resultados podrían ahora influir en la vacunación del resto de grupos. “Todo esto pinta muy bien, pero habría que usar la inmunología para priorizar dosis y no poner más de las necesarias y no vacunar primero a quien no lo necesita. A los ya infectados se los deja para el final y es probable que con una sola dosis al final de la campaña tengan suficiente como recuerdo tal vez pasado un año o más”, añade.

“Estos estudios apuntan que la capacidad de inmunización de la infección es suficiente, de forma que incluso no habría que vacunar a estas personas”
Marcos López, presidente de la Sociedad Española de Inmunología

En cualquier caso, estos dos trabajos necesitan ser confirmados y ampliados con un seguimiento más largo de los participantes, advierte el virólogo Estanislao Nistal, de la Universidad San Pablo CEU. “Hay un dato importante, las edades de las personas en el análisis. Sería importante definir si este efecto que sugieren ocurre de igual manera en personas mayores, que son las que peor sufren la enfermedad. Sería interesante que pudieran hacer un seguimiento de estos pacientes en el tiempo para saber si la respuesta inmune es más robusta en el tiempo que en el grupo de los vacunados con dos dosis o en los infectados que reciben solo una”, explica.

“Estos trabajos son una buena noticia y coinciden con lo que estamos viendo en los sanitarios vacunados en España”, explica el epidemiólogo del Hospital Clínic de Barcelona Toni Trilla. “Aunque hay que confirmar estos datos, tiene lógica dejar a los infectados para después y darles una sola dosis. Una de las incógnitas que quedan por responder es cuánto dura la inmunidad generada por la infección”, destaca. Los últimos datos apuntan a que esta dura por lo menos ocho meses.

Estos resultados plantean un reto tecnológico difícil de superar en España. Los dos trabajos han analizado la presencia de anticuerpos contra el coronavirus para determinar si la persona había pasado la infección o no. Pero hay ya muchas evidencias de que no tener anticuerpos no significa que no se haya estado contagiado con el SARS-CoV-2. Es posible que un infectado en la ola de marzo ya no tenga anticuerpos, pero sí mantendría células de memoria que le protegen contra el patógeno. Incluso hay personas que no desarrollan anticuerpos por problemas genéticos y aun así están inmunizados gracias a los linfocitos y otras células inmunes.

“Lo primero sería hacer pruebas de anticuerpos, pero además habría que montar un nuevo test de respuesta celular frente al covid”, explica López. “Pero esto complica mucho las cosas a los servicios de inmunología de los hospitales porque no tenemos recursos. Es una de las cosas de las que nos quejamos siempre. Necesitamos más recursos para poder hacer este tipo de estudios. En la SEI ya hemos desarrollado un protocolo común. Es complicado y caro. Pero para otras cosas se han gastado muchos más recursos”, resalta.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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